(la chica que fue viernes)

     Me acostumbré tanto a callar que ahora lo que me cuesta es poder hablar. Hablar de mi, de mis pensamientos, de mis sentimientos. De ti. Arremetí contra todos y en especial contra mi. Encerré lo que deseaba gritar, decir, contar. Lo encerré dentro de mi. Tan hondo que ya no lo encuentro. Lo perdí, lo perdí igual que a ti.

   Desearía poder contar nuestra historia. Hablarles, a quien fuera, de ti y de tus locuras. De tu sonrisa, deslumbrarte e hipnotizadora, de tu pelo, de tu cuerpo, de tu grandeza, de tu mirada. De las tardes en mi portal, de las meriendas sin planear, de tus historias a medio contar. Desearía sacarte de dentro, entregarte a cualquiera transeúnte que se cruce en mi camino y desprenderme de ti. De tu dulzura, de tu encanto. Expulsarte de mis sueños. Porque al final, mi mente siempre acaba traicionándome, y siempre apareces de nuevo en algún sueño. Dejándote tocar, dejándote besar, dejándote amar. Dejándote hacer todo aquello que me negaste en la realidad. Y yo, y yo me vuelvo loca. Porque despierto y se acaba. Ya no estás y yo sigo sintiendo lo mismo, pero sin ti. Te busco y no te encuentro. Y ¿sabes?, estoy harta de buscarte. Harta de buscarte en la oscuridad de mi habitación. Porque sé que no encontraré, sé que esta búsqueda no acabará.

     Pero ahora, ahora que la noche vuelve a estar aquí. Ahora, después de todo, tan solo deseo soñar. De nuevo, cerrar los ojos y volverte a besar. Porque sé que tú sigues aquí, no físicamente, pero si dentro de mi. Y puedo patalear, berrear y gritar cuanto quiera, pero eso no cambiará. Sea de mi agrado o no te llevo dentro, tan dentro que cada vez que cierro los ojos y te veo siento que puedo morir de amor en cualquier momento.

"Uno siempre está solo,

 pero 

 a veces

 está más solo."