Estoy sentada en la parada del metro, esperando que sean las 14:57
para poder cogerlo y volver a casa. Hoy he tenido un día horrible. La profesora
ha decidido tomarla conmigo, ridiculizándome delante de toda la clase
por el penoso examen que realice la semana pasada. Pero, ¿qué culpa tengo yo si
los lloros de Helen no me dejan dormir ni estudiar? Además para completar el
día he tropezado con un bordillo y llevo las rodillas desgarradas y llenas
de sangre. Así que estoy aquí esperando, deseando que llegue el maldito metro y
me lleve de vuelta hasta mi cama. Donde pueda llorar hasta quedarme dormida.
Sin embargo algo
me está distrayendo, un chico se acaba de sentar a mi lado y no puedo evitar
mirarle. Tiene el pelo despeinado y tiene ojeras, como si esta mañana se
hubiera levantado sin casi tiempo para llegar a clase por no haberse acostado a
la hora que le correspondía. Quizás anoche tuvo algún problema, o quizás
es igual de irresponsable que yo y le pudo cualquiera otra cosa que no
fuera la cama y las obligaciones del día siguiente. Acaba de mirarme, y yo he
podido ver sus ojos. Azules. Tiene unos labios carnosos y se muerde el labio,
como si tuviera algo rondándole la cabeza. Como si estuviera nervioso. Quizás
si le pasó algo anoche y lo está recordando. Es un chico alto, delgado. Y mueve
el pie de manera continua y rápida. Definitivamente algo le preocupa. Creo que
se acaba de dar cuenta de que le estoy mirando, creo que se ha dado cuenta de
que me acabo de enamorar de él. Sus ojos muestras timidez y nostalgia. Tengo
ganas de abrazarle, de decirle que ya no está sólo. Que hay alguien que acaba
de llegar a su vida. Pero entonces lo recuerdo: Aidan. No puedo enamorarme,
porque se supone que yo ya lo estoy. Porque mi corazón ya tiene dueño. Me
siento estúpida, ¿Por qué no me lo habré encontrado antes? ¿Por qué ahora?
- Ojalá te hubiera
conocido antes.
- ¿Me dices a mi?
- seguro que estará asustado.
- Si.
Me levanto y me
pongo delante, el metro está llegando.
- ¿Por qué dices
eso? - insiste.
- Lo que digo es
que podría haberme enamorado de ti.
Y sin más subo al
tren. Las puertas se cierran y él me mira. Pero no me mira extrañado.
Me sonríe y asiente. Y yo no puedo evitar llorar. Pero no lloro de
tristeza. El día se acaba de arreglar. Sin quererlo ha consigo que mi día sea
mejor. Ha conseguido que yo cierre un poco más un capítulo de mi vida, un capitulo
del pasado que yo no he consigo cerrar y que un día hace muchos años me dedico
las mismas palabras que yo hoy le he dedicado a él.
Gracias, gracias
por ayudarme a entender que una persona puede amar y no corresponder. Que en aquel tiempo sólo llegué en mal momento y que su corazón, en parte, alguna vez sí fue mío. Que también me quiso. Que simplemente llegué tarde, o demasiado pronto. Gracias por ayudarme a quitarme un poco más esta espina. Gracias, gran desconocido.
Hay que ver, como las pequeñas cosas, los pequeños detalles, nos alegran tanto. Pocas palabras, una mirada, y muchos pensamientos. Un instante, un momento, nos puede cambiar, el día e incluso la vida.
ResponderEliminar(Saludos con café)
Al fin y al cabo la vida se compone de pequeños momentos. Momentos que nos dirigen hacía un camino o hacía otro.
EliminarUn beso :)