Te fuiste con el otoño, para no volver jamás.

 

Sentada en su mecedora Lynn pasaba las tardes viendo a los niños jugar, a los chicos de su edad bailar y a los sabios de antaño charlar. El otoño la había dejado atrás, de la misma manera que lo había hecho su corazón. Porque Lynn ya no amaba, porque Lynn ya no sufría. Porque simplemente Lynn ya no creía.
Las horas en su corazón parecían días, y los años siglos. Tenía la mirada perdida y la sonrisa borrada.
– Algún día volverá – pensó
Pero lo cierto, y como bien sabía ella, es que nunca lo haría. Así que allí seguía cada mañana: viendo a los niños correr, a los chicos de su edad amar y a los viejos de antaño hablar. Mientras ella se consumía más cada día en un mar eterno llamado soledad.









Pd: Sé que este texto no contiene ningún resquicio de alegría y de amor, pero prometo que la proxima vez que venga por aquí llenaré este blog de mucha, mucha felicidad :)

2 comentarios:

  1. No todos los textos tienen que ser alegres para ser especiales :)
    Un beso enorme!

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  2. "Viendo a los niños correr, a los chicos de su edad amar y a los viejos de antaño hablar."

    Me ha encantado, Patricia. Y concuerdo con la chica de arriba. Yo, dónde esté un buen drama... :)

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