Diciembre de 1989

24 de diciembre de 1989. Lynette andaba por las calles de la ciudad, sola y expectante, como quien espera la salvación que nunca llega. Tenía las manos congelas y el corazón helado. La sonrisa gélida y la mirada estática. Parada en aquel día de agosto donde el sol alumbraba su vida y él permanecía aún en ella.

Había cogido un tren y dos autobuses para poder llegar de nuevo a aquel lugar. Esperando volver a verle, esperando volver a encontrarle. En sus ojos podía verse reflejadas las luces que había colgadas en la calle a causa de las navidades y el reflejo de la luz de una casa en la cual se situaba cenando una familia. Lynette escuchaba sus risas, sus cantos, pero no podía lograr sentir su felicidad. Deseaba estar allí, deseaba que ya nada le importara, ni siquiera que estaba sola. Pero sabía que aquello no era más que eso, un deseo.

Así que siguió andando, hasta que se paro en su portal. Un portal donde había compartido sueños e ilusiones. Donde había soñado, saltado y llorado de alegría. Donde su sonrisa había conseguido ser de verdad y no un mero dibujo más. Tenía la esperanza de que el bajara, de que le devolviera sus sonrisas y sus anhelos hechos realidad. – Eso jamás ocurrirá – pensó. Así que se giro y comenzó a andar de nuevo.

De repente un ruido que en cualquier otra hora del día habría sido imperceptible resonó a lo largo de la calle. Lynette, nerviosa y con las manos temblando, decidió darse media vuelta. Fue entonces cuando sus ojos se abrieron más que nunca y dejaron de mirar al suelo. Era él, allí estaba.
- ¿Puedo preguntar que haces en la calle en un día como hoy? – la voz de Lynette temblaba y su corazón rompía el silencio con el tan anhelado bum bum: consecuencias de amores, de ilusión y de esperanza.
- La nochebuena sin ti dejó de ser un día especial cuando me fui de tu lado. Y dime, ¿qué haces tú aquí?
- Amarte – dijo finalmente.

Palabras que llevaba meses esperando y que habían llegado, por fin, a su boca después de días y días de soledad. – Esto sólo podía ocurrir en navidad – pensó. Pero lo cierto es que ella no creía en esas cosas. No había pasado porque era navidad, sino porque el amor si es de verdad gana a cualquier adversario. Incluso al tiempo.

3 comentarios:

  1. Ah! No sabia nada. Bueno pues ya me iré pasando por este blog. Espero que todo vaya bien y que pronto publiques fotos, que siempre me han encantado. Un saludo!

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  2. como ya te he dicho anteriormente, precioso patricia, estoy deseando que publiques el de mañana, sin duda, cada día te superas más.(L)

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  3. Totalmente cierto, un amor verdadero no conoce impedimentos :)
    (me encanta el nombre de Lynette)
    Un beso enorme bonita!

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