Me ronda la mente una canción. Una melodía tangible por mi alma, por mis lágrimas y por mi sonrisa. Notas musicales escalan mi columna vertebral, se clavan en mi clavícula y hacen que me estremezca.

Vivo en un mundo llevo de voces. Voces que gritan, voces que escuchan, voces que callan. Y eso fue lo que pasó, que decidí callar y dejarme llevar. Pero el viento no soplaba en la dirección del camino 
que yo quería cruzar. Me quedé sin el premio, no llegué a la meta. No por falta de talento, sino por falta de experiencia. Mi preparación ha terminado ahora, ahora que ya me harte de llorar. Pero ya es tarde, ya no hay meta ni camino. La puerta se cerró y ahora debo seguir, de nuevo, la dirección en la que sopla el viento.

No sé a donde iré, ni qué haré. Seguiré andando esperando que aquel camino vuelva a cruzarse con el mio y así poder tomarlo sin previo aviso. Y que esta vez el viento decida soplar en la dirección contraria a la que un día escogió. 









No hay comentarios:

Publicar un comentario